viernes, 5 de febrero de 2010

CRISIS FINANCIERA. UNA INTERPRETACIÓN TRANS-PERSONAL

Hoy desearía prestar atención al simbolismo astrológico para ver qué nos puede decir éste de los acontecimientos presentes, así como de las tendencias futuras. Gret Baumann Jung, la hija del psiquiatra y psicólogo suizo Carl Gustav Jung, ha concebido un mapa astrológico que, a mi entender, y en total sintonía con Liz Greene, permite arrojar alguna luz sobre los acontecimientos que están teniendo lugar en este período de transición entre eras. Según el cosmograma diseñado por la hija de Jung, el signo de Acuario puede representarse en el ascendente, de tal modo que el medio cielo quedaría en el signo de Escorpio. Visto de este modo, y teniendo en cuenta que el ascendente simboliza, entre otras cosas, aquello a lo que aspiramos, lo que nos empuja en la vida y el punto que debemos atravesar conscientemente para sufrir un renacimiento o una iniciación, la era de Acuario estará marcada por la necesidad de conciliarse con Dios, en el sentido de que tenga lugar un enfrentamiento con la sombra a un nivel individual y, de ese modo, se pueda tener acceso directo a la experiencia de la deidad en el interior de los individuos. Esto parece muy bonito dicho así, pero supone una auténtica lucha interior con todo lo que de más oscuro y tenebroso hay en lo inconsciente colectivo. Toda experiencia de iniciación lleva aparejada el peligro de la muerte (por desintegración psíquica o “locura”), así como la oportunidad de renacer a una vida renovada. El verdadero reto está en lograr alcanzar un mayor nivel de consciencia, sin vernos anegados por las sacudidas y convulsiones que emergen de lo inconsciente.

En mi artículo colaborando con lo inevitable, así como en mi libro El retorno al Paraíso Perdido, ya apunté que los planetas exteriores o transpersonales, Urano, Neptuno y Plutón representan las energías que afectan al colectivo. Por ese motivo, ahora voy a prestar atención a la ubicación de estos planetas en el cosmograma de la era de acuario. De esta suerte, consultando las efemérides, nos percatamos de que Plutón está ubicado en la casa X, Neptuno en la Casa XII y Urano en la Casa I.

Comenzando con el significado de la Casa X, estrechamente ligado al simbolismo del planeta Saturno y el signo de Capricornio, ésta representa precisamente el Mundo. En el individuo se relaciona con los objetivos y los logros a alcanzar en el ámbito profesional, con lo que se valora y aquello por lo que se lucha por consolidar, en definitiva, el estatus social. De modo que, trasladando este significado al colectivo, esta casa estaría asociada a los logros del principio masculino. Ya he indicado previamente que la cultura occidental ha estado marcada por el marchamo de la adoración al ámbito del Espíritu, es decir, por una orientación patriarcal. Al estar plutón transitando por el sector profesional es de esperar que se produzca una demolición de todo aquello sobre lo que se asienta nuestra cultura. En otras palabras, el valor supremo con el que el colectivo se identifica, a saber: los logros materiales y el poder de la razón (la “democracia”, en términos políticos), están siendo arrasados por aquellos elementos de la sociedad que se relacionan con lo que de más arcaico y primitivo hay en el mundo. Pues Plutón, a un nivel individual, representa aquella energía proveniente de los trasfondos más tenebrosos y, por tanto, más primitivos de lo inconsciente colectivo.

Así pues, parece que algunas de las manifestaciones de la irrupción de esta poderosa energía arcaica son los ataques terroristas a los países que representan, por antonomasia, el poder y el control ejercidos de un modo saturnino. Y dado que Saturno se relaciona con las defensas contra ataques externos (e internos), no es de extrañar que los ataques terroristas pongan en movimiento y desafíen todo el sistema de defensa de la sociedad occidental y, especialmente, el de los países más desarrollados.

Cuando las defensas de un organismo, sea éste un individuo, una nación o el colectivo en general, se ven atacadas o desafiadas, la respuesta inmediata es la rigidez, el endurecimiento y el repliegue sobre sí mismo, así como el despliegue de un mayor número de tropas. Esto es necesario para no ser arrasados por las ciegas y endiabladas energías procedentes de los estratos más arcaicos de lo inconsciente colectivo. Sin embargo, tras una larga contienda, en la que se estarán produciendo bajas tanto de un lado como del otro, será necesaria una mayor consciencia de la implicación personal en la detonación del conflicto. O sea que, si bien el despliegue efectivo de las defensas de los países, a fin de no verse arrasados por los terroristas, es una actitud necesaria, también lo será la toma de consciencia de que ha sido la actitud de arrogancia, de depredación, de búsqueda de poder a toda costa y de indolencia para con los países menos favorecidos, los que han desencadenado los ataques terroristas. Es el efecto “boomerang”. Todo cuanto hacemos tiene repercusiones de largo alcance. Y, cuando llega el momento oportuno, nos encontramos con las consecuencias de los actos que se han llevado a cabo. Claro que es más fácil evitar la toma de consciencia, desembarazándose de la propia responsabilidad en el actual estado de cosas, echando la culpa al “otro”.

Naturalmente no se puede esperar que el colectivo alcance una perspectiva lo suficientemente elevada como para asumir su responsabilidad. Primero la habrán de asumir los individuos. Estos se hallarán ante la situación de tener que enfrentarse a su propia psicosis. Pues la muerte del ego y el renacimiento al Si mismo o atman interior no acontece sin antes atravesar un estado de caos creativo.

Urano en la primera casa y en el signo de piscis se asocia con un cambio revolucionario en el modo en que el individuo define su identidad. O sea, un resquebrajamiento de la persona y un enfrentamiento con la sombra. Este proceso conduce a la toma de consciencia de quién es uno en realidad, con independencia de lo que los demás hayan creído que uno es. Esta redefinición del individuo afecta a la propia esencia anímica. En otras palabras, se trata de una iniciación o de un inicio del proceso de individuación o autorrealización. Si trasladamos esto al colectivo, nos percatamos de que todo aquello que el colectivo valoraba y con lo que se identificaba resulta que no es sino pura ilusión. Así, por ejemplo, se ha producido un ahondamiento en los conocimientos acerca de los orígenes del cristianismo. De hecho, los resultados de las investigaciones más recientes han hecho tambalear los mismos cimientos sobre los que se basaba la religión cristiana ortodoxa o literalista. Así, por ejemplo, ideas como que Jesús fue célibe, que murió y resucitó una sola vez o que María Magdalena fuera una “pecadora” o una ramera, no parece que sean sino meras falacias. Y, desde luego, esto es un desafío directo a las consciencias de millones de cristianos. Por no mencionar lo que significan en el fondo estos resultados: nada menos que aquello que se ha considerado como exclusivo de la Iglesia, a saber, el acceso a la experiencia religiosa, resulta que le es accesible a aquel individuo que se valga de su propia guía, apoyándose en su consciencia interior. Ahora los individuos tenemos derecho (y el deber moral de) a interpretar el mito cristiano por y para nosotros mismos. De realizar la idea de Cristo, de asumir la condición de crucificados, de atravesar la dura iniciación que supone la muerte con la realidad mundana y la resurrección al mundo del espíritu. Por supuesto que en esta época moderna, en los inicios de la era de acuario, la tarea heroica a realizar no es otra que la de la unificación de los opuestos psíquicos: materializar las Bodas Químicas en nuestro interior, concretar la coniunctio opossitorum que es la Obra alquimista par excellence, realizar la hierogamia de Jesús y María Magdalena, la penetración de la consciencia en el sustrato femenino-maternal. Esa es la misión del hombre contemporáneo, el proyecto que le ha sido encomendado si desea que el rey viejo y decrépito se cure, transformándose en un joven radiante y exultante bajo cuyo reinado puedan crecer de nuevo las cosechas, que la hierba vuelva a cubrir el paisaje con su verdor y los bosques se extiendan por toda la tierra como antaño.

Continuará...

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