viernes, 3 de septiembre de 2010

STEPHEN HAWKING DEFIENDE UNA CIENCIA SIN ALMA

En una noticia publicada hoy por el ABC, titulada Hawking, en el centro de la polémica, se afirma que el físico británico Stephen Hawking, con motivo del avance de su último libro "The grand design", ha reabierto las heridas surgidas por la vetusta disputa entre Ciencia y Religión. La pregunta fundamental radica en si Dios es necesario para explicar el mundo en que vivimos.

Sobre esta cuestión, el científico S. H., afirma que, según su opinión, no es necesario recurrir a ningún Dios para explicar el origen y la naturaleza del universo.

De la noticia a la que hacemos alusión en esta entrada, nos gustaría reseñar varios puntos, que luego procederemos a comentar seguidamente:

"La Ciencia, paso a paso, ha ido explicando cómo y por qué se producen los distintos fenómenos naturales, sean o no beneficiosos para el hombre, desvelando las leyes que subyacen en cada caso para producir los efectos que observamos. Pero la Ciencia, hoy, no se limita a eso. Muy al contrario, los avances del último siglo la han llevado hasta la mismísima frontera del conocimiento y la comprensión humanas, desde lo más grande a lo más pequeño. La Física por un lado y la Cosmología por otro han llegado tan lejos que están al borde mismo de explicar cómo surgió y se desarrolló el universo en que vivimos. Y resulta que Dios, en esas teorías, no aparece por ninguna parte."

Precisamente este tipo de argumentos racionalistas son muestra inequívoca de lo desacralizado que está el ser humano moderno y, especialmente, el stablishment científico. Una señal del dualismo entre Materia y Espíritu, cuyo rastreo nos conduciría hasta los orígenes de la civilización occidental, allá por la época del helenismo. Así, por ejemplo, en los movimientos gnósticos, de los primeros siglos de la era cristiana, encontramos la manifestación de este dualismo, pero en una versión invertida: el Espíritu es la realidad última, mientras que la materia no es sino un epifenómeno espiritual, el más grosero, el más elemental, el más bajo. Hoy, resulta que lo innecesario, lo nimio, lo prescindible es, precisamente, el Espíritu. Una inversión de valores en toda regla. Un tema que, por cierto, he desarrollado, tras más de siete años de investigación, en mi última novela histórica LA HERMANDAD DE LOS INICIADOS.

Ahora bien, si esta inversión de valores no tuviera consecuencias desastrosas para el alma humana, y para el mundo, podríamos seguir debatiendo y emitiendo opiniones, afirmaciones y juicios intelectuales, cuanto quisiéramos. Pero resulta que son ese tipo de argumentos, que demuestran lo alejados que se encuentran los científicos de la Realidad de Sí Mismos, los que se hallan en la base de la grave crisis que embarga al mundo moderno. Y uno de los mayores peligros radica en que los científicos se han convertido en la nueva "clase sacerdotal". Lo que equivale a afirmar que, todo cuanto digan los científicos, "va a misa", o sea, es una verdad incuestionable.

"La Ciencia, opina Hawking, ha ido «arrinconando» a Dios, encontrando una explicación concreta para cada uno de los fenómenos naturales que nos rodean, desde el nacimiento de una estrella a la formación de una tormenta. Una línea de razonamiento que mantiene desde siempre y que es, precisamente, la que le ha llevado a concluir que no se necesita la intervención de Dios para explicar la existencia y el devenir del universo que conocemos."


Desde luego, cuando leo semejantes lindezas, no puedo dejar de sorprenderme ante tamaña desorientación, sólo explicable por la ignorancia más completa de los principios universales que gobiernan el ámbito de lo contingente, del Mundo de las Ideas platónico,de lo Inconsciente Colectivo psicoide. Lo que es tanto como decir una completa carencia de Sabiduría.

"En los últimos meses, la figura de Stephen Hawking ha aparecido varias veces en los medios de todo el planeta por sus declaraciones, en un caso, sobre la peligrosidad de un eventual encuentro con una hipotética inteligencia extraterrestre; y por su convicción, en otro, de que la única posibilidad de supervivencia del hombre es abandonar nuestro planeta, moribundo, y salir a conquistar las estrellas."

En efecto, para Hawking el encuentro con una inteligencia extraterrestre es de lo más peligroso. Para una mente racional, con un campo de consciencia rígido y estrecho, el contacto con los arquetipos (inteligencia extraterrestre), con los verdaderos arquitectos del Universo, con esos que han creado las leyes que la Física estudia (y que son los responsables de romperlas, cuando la ocasión es propicia) un contacto tal podría suponer un "shock" demasiado fuerte, como para recuperarse. Y, fíjense, cómo actúan las proyecciones: "abandonar nuestro planeta, moribundo, y salir a conquistar las estrellas" ¿no nos dice esto algo sobre su propia situación personal? ¿No está su cuerpo moribundo y, a través de la sublimación, ha conseguido dedicarse a la exploración del universo?

"Se trata, no lo olvidemos, de uno de los científicos más brillantes y prolijos de los últimos cien años, y sus trabajos han contribuido enormemente a nuestra comprensión profunda del universo en el que nos ha tocado vivir. Sus aportaciones han creado escuela y algunas de ellas ocupan por derecho propio un lugar destacado entre las mejores páginas de la historia de la Ciencia."

Precisamente esa sublimación, a la que me refería antes, ha permitido a S. Hawking mantener una rica y feraz actividad intelectual. Ahora bien, pese a que los medios de comunicación lo elogien por sus contribuciones científicas, sus afirmaciones y su trabajo no descansa en la experiencia con los arquetipos. Motivo por el cual todo su trabajo, por muy meritorio que sea, carece de verdadera genialidad, dado que le falta el contacto con lo divino, con ese Dios que él se empeña en mantener alejado de la ciencia, de esa ciencia sin alma de la que él es uno de sus sumos sacerdotes.

Recomiendo la lectura de los ensayos de Maribel Rodríguez y Raúl Ortega, sobre esta misma temática.

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