miércoles, 29 de diciembre de 2010

CLAVES OCULTAS EN LOS RELATOS DE NAVIDAD

LA NAVIDAD del fraile dominico  Fra Angélico (1400-1455)
Cuando uno lleva tiempo investigando acerca de los orígenes del Cristianismo, especialmente fascinado por la figura de Jesús el Cristo, se da cuenta de que existen varios niveles o esferas que debe tener en cuenta, si no quiere perderse en una maraña de incoherencias históricas y de malentendidos que, finalmente, lo pueden conducir a caer en un estado de confusión, duda e incertidumbre. 

Así, desde mi punto de vista, que coincide con el expuesto por el esoterista recientemente fallecido Thorwald Dethlefsen, psicólogo y director en Munich del Instituto de Psicología Experimental, estudioso de la Astrología en su aplicación práctica al diagnóstico psicoterapéutico,  en "El significado esotérico de la Navidad", existiría un primer nivel, que es el nivel histórico, en el que se aborda el estudio de los hechos que se narran, tanto en los evangelios canónicos como en los no canónicos, considerando de gran interés los manuscritos de Nag Hammadi o los pergaminos de Qumrán. Esta lectura de los hechos históricos, en torno a la vida de Jesús, se hace de un modo literal, como si aquellos hechos hubieran ocurrido realmente, tal cual se narran. Por ese motivo, a aquellos que sólo se quedan en este nivel de lectura les podemos denominar literalistas

Un segundo nivel, lo constituiría el nivel mítico, que toma el relato "biográfico" de Jesús, en realidad, como un mito, entendido este como el sueño de un pueblo o, en términos de la Psicología Analítica, como la expresión de arquetipos que emergen desde lo Inconsciente Colectivo de un pueblo. Al considerar esta lectura simbólica, acercamos el misterio, expresado en el mito cristiano, a la experiencia anímica, en el sentido de que todo ser humano puede experimentar en su fuero interior las etapas míticas que se describen en el mito. El individuo que así lo hace, puede ser considerado Cristo, pues experimenta su vida como si de un mito o de un patrón interno se tratara, dando expresión a este patrón en el transcurso de su existencia material.

 Y, por último, habría un tercer nivel que es el que tiene que ver con los principios universales o nivel universal (T. Dethlefsen lo denomina nivel cósmico). Este último nivel está referido a los arquetipos universales y lo que estudiamos son los grandes ciclos cósmicos, a lo que accederíamos mediante el estudio del movimiento solar (y planetario) anual, a través del cinturón de las constelaciones, en su recorrido por la eclíptica y, por supuesto, considerando su significado esotérico. 

El nivel histórico, el mítico y el universal se relacionan por analogía vertical con las tres dimensiones que componen al ser humano: la material, la psíquica y la espiritual, respectivamente. En este sentido, vemos cómo el mito acontece y se representa mediante imágenes en el alma del ser humano, en lo Inconsciente Colectivo de Carl Gustav Jung o el Mundus Imaginalis de Henry Corbin. Aquí, en este mundo intermedio, toman cuerpo los principios cósmicos universales del nivel universal, en imágenes primigenias, de ahí que sus motivos fundamentales se repitan en todas las culturas de la Tierra. Por eso, coincidimos con Mircea Eliade cuando afirma que "un objeto o un acto no es en teoría real mas que en la medida en que imita o repite un arquetipo...; todo lo que no tiene un modelo ejemplar está «desprovisto de sentido», es decir, carece de realidad... Sería, pues, posible decir que esta ontología «primitiva» tiene una estructura platónica, y Platón podría ser considerado en este caso como el filósofo por excelencia de la «mentalidad primitiva», o sea, como el pensador que consiguió valorar filosóficamente los modos de existencia y de comportamiento de la humanidad arcaica."  (Debo esta última cita a Christian Rodway, y a su blog Vitruvio Cinéfilo). Incluso el teólogo Hans Küng, nacido significativamente un 19 de Marzo, afirmó en su libro Ser Cristiano, que los relatos bíblicos sobre la natividad de Jesús no estaban escritos como crónicas de hechos históricos, sino para salvaguardar una Verdad: el mensaje de la salvación del hombre que se hace uno en Cristo. Esto es, que Cristo y él son Uno y el Mismo. 

De esto último se colige que, los hechos históricos son  manifestaciones de principios universales, siendo éstos la razón de ser de aquellos, en realidad, y, por consiguiente, adquieren interés si se consideran en relación con los otros dos niveles, el mítico y el universal. Visto desde esta óptica, nos damos cuenta de que, los hechos históricos que nos narran la vida de Jesús, su "biografía", coinciden de un modo asombroso con la "biografía" de otros mitos más antiguos, como, por ejemplo, los misterios egipcios del dios de la vegetación Osiris, los del dios iranio Mitra, los del romano Baco, los del griego Dionisos o los del frigio Attis. Estos paralelismos no empobrecen, ni desprestigian el mito de Jesús, como muchos opinan. Antes al contrario, nos permiten entender que, en realidad, el mito de Jesús representa, en un lenguaje simbólico y acorde a una mentalidad como la nuestra, un misterio que es eterno, que entronca con una larga Tradición, a la que René Guénon denomina Tradición Primordial. Esto, en lugar de empequeñecer al mito de Cristo, lo ensalza y lo engrandece, pues favorece que se comprenda desde una luz diferente. 

Asimismo, estos paralelismos entre los motivos principales del mito cristiano y los de otros mitos pre-cristianos, nos acerca el relato mítico a la realidad anímica del hombre, en el sentido de que representa un misterio que tiene lugar, también, en el interior del alma humana, lo que en términos de la Psicología Analítica denominaríamos lo Inconsciente Colectivo. Puesto que, mientras el mito no sea reactualizado y revivificado en el interior de cada hombre y mujer, no moverá un ápice el nivel de consciencia en el que se encuentra el hombre y la mujer occidentalizados. 

Por lo tanto, en el mito cristiano vemos que están representados, tanto los misterios de la vegetación (de la naturaleza), los ciclos vitales del ser humano, así como los del universo mismo. Jesús y sus doce discípulos se relacionan con el sol y los doce signos del zodíaco, nombrados según el inicio de la constelación más próxima a su zona, previamente conocida por los astrólogos antiguos. Los acontecimientos más importantes de la vida de Jesús, como son su nacimiento el día 25 de Diciembre en una cueva, o sea, en el solsticio de invierno, cuando la oscuridad ha ido tragando poco a poco la luz solar; su bautizo a orillas del río Jordán, a manos de Juan el Bautista, el descenso del espíritu santo y el subsiguiente comienzo de su Vida pública, son un ejemplo de ello. Sin embargo, resulta interesante constatar que los ritos de muerte de Jesús se festejan de acuerdo al calendario lunar. Como afirma Thorwald Dethlefsen, "los ritos de la muerte de Cristo, que completan la polaridad de la resurrección y el ascenso, se festejan de acuerdo al calendario lunar. Así celebramos el Miércoles de Ceniza, la Semana Santa, la pascua, el domingo de resurrección y Pentecostés. Estas celebraciones no tiene fechas fijas porque se celebran según el calendario lunar." 

Veamos un ejemplo de cómo, un acontecimiento histórico, se puede entender desde un punto de vista simbólico, lo que hace que adquiera un significado más profundo y global. Se nos cuenta en el Nuevo Testamento que el rey Herodes promulgó un edicto en el que se decía que todos los niños menores de dos años, empadronados en Belén, debían ser sacrificados para evitar el vaticinio de que Jesús se convertiría en el Rey de los Judíos. Este hecho, aparentemente histórico, está remitiéndose a un motivo arquetípico relacionado con el motivo mítico de Saturno que devora a sus hijos. Saturno es el planeta regente de Capricornio y, por consiguiente, nos habla de la época más oscura del año, el invierno. Así, lo que sucede es que la noche devora la luz al inciarse esta estación. La oscuridad y la tiniebla, relacionadas con Saturno-Capricornio, son consideradas en todas las tradiciones las fuerzas enemigas de la luz y del bien. De modo que, Herodes, es el representante, en el mito cristiano, del arquetipo de Saturno, el enemigo de la luz. Y, sin embargo, fijémonos que, el nacimiento de Jesús, tiene lugar precisamente en la oscuridad. Lucha entre la luz y las tinieblas. En palabras de Heráclito, "la guerra es la partera de todas las cosas". Por cierto que, ayer día 28, se festejó el Día de los Santos Inocentes, que es una fiesta en la que se festeja la muerte de los inocentes por el Rey Herodes, que fue instituida por Herodes Agripa II, justo después de las fiestas romanas llamadas Saturnales (Saturno). Tal vez, con este último comentario, adquiera un significado distinto.  

Esta introducción tiene otro propósito, además del de comprender las Fiestas Navideñas desde varios niveles, y es el de hacer comprensible al lector las "claves" de mi libro La Hermandad de los Iniciados, cuya segunda edición ya está disponible, tanto en formato e-book, como en papel, Deo concedente, por la editorial Libros Mundi (para más información, pincha en el enlace). En esta novela, se dan cita los tres niveles de lectura que he desarrollado más arriba, y que el lector deberá tener presente cuando se zambulla en su lectura. 


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