viernes, 30 de septiembre de 2011

VIOLENCIA DE GÉNERO: UN TESTIMONIO DE TRANSFORMACIÓN A TRAVÉS DE LA CRISIS


En un ensayo anterior, sobre la violencia en las relaciones de pareja, que titulé ¿Violencia de Género o Conflicto Intrapsíquico?, desarrollé la idea de la existencia de conflictos intrapsíquicos no resueltos en toda relación de pareja conflictiva y/o violenta. De igual modo, insistía en la importancia de no convertir a ninguno de los miembros de una pareja en "chivo expiatorio" o "cabeza de turco", puesto que, con ello, no sólo se descubre la inconsciencia y la ignominia de quien así procede, sino que, y esto es lo más importante, se aumenta la tensión social y se dificulta la necesaria transformación individual. 


Me llamó la atención la respuesta que recibí por parte de algunas personas, vinculadas al sector de la seguridad pública, advirtiéndome que mi ensayo no ayudaba a las mujeres maltratadas. También se me reprochó que son los hombres los “violentos”, los “maltratadores”, y a quienes “hay que recordarles” que están saltándose las normas. Si bien, no les falta razón a quienes afirman que, por norma general, en un porcentaje muy alto, son los hombres los que ejercen violencia física y verbal sobre las mujeres (aunque, no siempre, y, en más de una ocasión el agresor se convierte en agredido), vuelvo a insistir en que el conflicto no se resuelve “culpando” a los “malhechores”, a los “agresores”, a los “violentos”. Pues estos son víctimas, igualmente, de su propio proceder. Salvo en los casos de sociopatía o psicopatía, como en los trastornos antisociales o psicóticos, por ejemplo,  no parece que, los así llamados “maltratadores”, decidan y quieran conscientemente agredir a sus parejas. La experiencia enseña más bien que son “poseídos” o “dominados” por ciertos factores inconscientes. Además, los “agresores” son, en realidad, personas que encarnan en sus propias vidas conflictos irresueltos e irreconocidos (reprimidos o sojuzgados) por la sociedad a la que pertenecen. De igual modo, las mujeres maltratadas no elijen conscientemente un tipo de perfil psicológico de pareja, ni una relación afectiva destructiva, más bien se "enredan" en ella.

Desde luego, en un artículo o en un ensayo divulgativo no me es posible realizar un tratamiento exhaustivo de los fenómenos que emergen en la casuística de la violencia en la pareja.  Por mi parte, me limito a enfocar mi interés y a llamar la atención de los lectores  a un punto ciego muy importante: La necesidad de mantenernos entre los opuestos psíquicos, entre la luz de la consciencia y la sombra que ésta genera, sin identificarnos con el uno ni con el otro. Y, por ello, cité el excelente libro de la psicoterapeuta junguiana Barbara Hanna,  titulado "Encuentros con el Alma", donde su autora aborda el problema del arquetipo del "animus", utilizando el método de meditación conocido como  Imaginación Activa. Entiendo, no obstante, que no en todos los casos se está capacitado, o está indicado, este tipo de inmersión en lo Inconsciente y que, aún estándolo, se requiere un trabajo previo. Pero es interesante, y muy esclarecedor, de cara a ver cómo surge este conflicto desde lo Inconsciente y el modo en que, desde ese paradigma, se enfrenta. Desde luego, en la práctica clínica, resulta muy difícil no abordar los conflictos en las relaciones de pareja sin tomar en consideración los elementos inconscientes, que están involucrados cuando una mujer “elije” a un hombre que la “maltrata”.

Así pues, lo que trato de señalar (y fíjense que en ningún momento uso el término culpabilizar) es que todos y cada uno de nosotros portamos en nuestro interior ese "conflicto". Y que, por lo tanto, haríamos bien en ser conscientes de los factores inconscientes que operan ahí. En el momento en que proyectamos ese conflicto en uno de los dos polos, en el agresor o en el agredido, entonces dejamos de mantener el conflicto en nuestro propio interior, dejamos de trabajar dentro de nosotros, y descargamos eso fuera. Al así hacerlo, aumentamos, inconscientemente, con nuestras propias oscuridades (inconsciencia) el conflicto en el mundo y hacemos un flaco servicio a la humanidad. Si queremos trabajar en sanar una sociedad enferma, debemos ser conscientes de que esa misma enfermedad está también en nosotros y, por lo tanto, que debemos responsabilizarnos de nosotros mismos, sin culpabilizar a nadie. Esto que es válido en el caso de las relaciones de pareja, también es válido para los conflictos bélicos y, en general, en todo cuanto sucede en nuestra vida.

Sin una actitud de este tipo, que haya tomado consciencia de las propias oscuridades, y sin la experiencia de un descensus ad inferos, lejos de poder ayudar a solventar los conflictos intrapsíquicos (y sus correlatos externos) en los/as pacientes “enredados” un una relación violenta, se incrementará, de una manera inconsciente, el problema que se trata de resolver (o de ayudar a resolver).

En mi novela Encuentros en la oscuridad narro la historia de un personaje que ha sido condenado, injustamente, a cumplir cuatro años de cárcel, habiéndose convertido en un “chivo expiatorio” de su sociedad. En la  historia trato de reflejar el ambiente en que nace, las relaciones entre sus padres y familiares, el clima cultural imperante durante su desarrollo, así como los conflictos que emergen durante su adolescencia, y cómo esa trayectoria vital lo lleva a cometer un acto calificado por la sociedad como de “violencia de género”. El protagonista de la novela es condenado a cumplir cuatro años de cárcel, pero, gracias a la ayuda de una mujer, logra resolver sus conflictos intrapsíquicos y, finalmente, encuentra el verdadero sentido a su vida.  

Esta novela surgió como un honesto intento de mostrar al público interesado cuales son los motivos (inconscientes) que pueden llevar a un hombre a ejercer violencia contra una mujer. Así como, también, que uno de los factores principales que propician las violentas relaciones de pareja es la pérdida del Alma del ser humano moderno, lo que le convierte en un ser desalmado.

Así mismo, tras publicar el ensayo mencionado más arriba sobre violencia de género,  tuve la suerte de contar con la amabilidad de una mujer que expuso su experiencia personal, y el trabajo de transformación que tuvo que llevar a cabo para superar una relación de pareja conflictiva y violenta. Su caso es el siguiente:


“¡Hola! Con mucho agrado me encuentro con tu blog. Te felicito porque es muy claro y encontré interesantes todos los post que fui leyendo.

Concuerdo con la parte individual del tema violencia de género, y lo digo por haber pasado por la experiencia y haber tenido que enfrentar mis proyecciones y conocer mi sombra. Todo se me derrumbo cuando me moví para salir de esa situación, y hoy puedo decir que era lo que necesitaba vivir para salir del estado de adormecimiento en el que me encontraba.
Pero, por otro lado, se que tuve la posibilidad de:

1- Tomar la distancia suficiente de quien ejercía la violencia, sostenida por una institución que, en muchos casos puede parecer extrema en sus metodologías, pero hoy reconozco que de otra manera no hubiese podido.

2- tener la terapeuta adecuada, que poco a poco y muy amorosamente me fue llevando a desplazarme de mi "punto ciego", como a mi me gusta llamarlo.

3- Haber encontrado un círculo de mujeres que me abrió al mundo de la conexión espiritual.

4- También, el apoyo de mi familia, porque tuve los recursos económicos y afectivos en el momento en que los necesité.

Por todo esto, sé que soy una mujer privilegiada porque no todas las mujeres que pasamos por esta experiencia cuentan con todas estas redes. Tampoco los hombres que ejercen la violencia. Y acá es donde me surge la pregunta de ¿qué pasa cuando la otra parte no puede/quiere hacer ese trabajo?

Lamentablemente, la proyecciones son a veces muy violentas y las mujeres siguen muriendo a cusa de estos actos.

Saludos y gracias.-



A su pregunta, le respondí así:


Querida Mariana:


Muchas gracias por contarnos tu historia personal, que es el testimonio valioso de una transformación, sin lugar a dudas. ¡Mi más sincera enhorabuena!


Estoy de acuerdo contigo en que, en muchos casos, sin una institución que medie, y sin un apoyo social y familiar, sería muy difícil, para muchas mujeres, salir y tomar distancia de una relación destructiva (para ambos, aunque exteriormente parezca que sólo afecta a la mujer. Uno de los graves prejuicios de esta sociedad es pensar que, en una relación de pareja, el daño sólo lo recibe la mujer).


Ahora bien, el trabajo de toma de consciencia, de transformación y, eventualmente, de realización individual es una labor cuya responsabilidad recae sobre el individuo (mujer o varón). Muy poco podemos hacer para cambiar el colectivo; a veces, ni siquiera podemos ayudar a cambiar a la otra persona. En eso, casi no disponemos de libertad para cambiar nada. Ahora bien, la libertad individual es enorme, como tú misma has podido comprobar.

Así que, si la persona con la que uno convive no quiere hacer el trabajo de cambiar, poco o nada puede uno/a hacer para modificar eso. (En realidad, si entrásemos en mayores profundidades, seguramente el cambio de uno/a mismo/a también incide, a nivel inconsciente, en la otra persona, aunque él/ella no sea consciente de ello.)
 
Pero, como decía más arriba, lo que sí se puede hacer es asumir la libertad y la responsabilidad individual en la relación y, en general, en la propia vida. Eso sí está en manos de cada uno.

Si esa libertad y responsabilidad (no hay una, sin la otra) individual la asumieran y la ejercieran las mujeres y los hombres, entonces el conflicto interpersonal probablemente se solventaría de un modo exitoso, dándose cuenta, tanto una, como otro, de que en el fondo de cada conflicto (de cada crisis) se encierra una oportunidad de transformarse y de crecer como seres humanos adultos.
 

Un saludo muy cordial


Agradezco sinceramente a su autora que se haya atrevido a contarnos su experiencia personal.


miércoles, 21 de septiembre de 2011

DOCTOR ZHIVAGO O EL OCASO DE UNA CIVILIZACIÓN

Estos dos días pasados he estado viendo la película Doctor Zhivago de 1965, dirigida por el director de cine británico David Lean, quien también dirigió la película Laurence de Arabia. Os dejo un enlace a Wikipedia, para que podáis leer más sobre esta película, que recomiendo encarecidamente, en estos tiempos que corren.

Doctor Zhivago no sólo es una obra maestra, sino, además, es especialmente interesante porque nos muestra cómo se desarrolló la revolución rusa y, sobre todo, el ambiente que se vivió entre los años 1901 y 1929. Un ambiente social que, salvando las distancias, parece tener muchos puntos en común con nuestra época. Pero, lo más importante de todo, es que en la película se muestra que, como telón de fondo de todo movimiento de tipo revolucionario, están cierto tipo de “ideales” o ideas. Es decir, que las revoluciones, como las guerras, son la muestra más palmaria de la tensión entre dos ideales o polos contrarios.

Así, en mi artículo El Reino de Acuario publicado, en la Web de la C. G. Jung Page norteamericana, hace más de cuatro años, afirmaba lo siguiente:

“Juan García Atienza 1 afirma a este respecto lo siguiente:

 “Yo creo ver que eso que llamamos historia no debe importarnos tanto desde una perspectiva sucesoria o cronológica de los acontecimientos como desde el punto de vista de una situación perenne que el ser humano va moldeando y adaptando en la medida en que accede –o se le permite acceder- a su evolución social, intelectual y espiritual. Una mirada de conjunto al hecho histórico nos plantea siempre la realidad inalterable de dos fuerzas encontradas que buscan el poder y que tratan de sojuzgarse mutuamente y de sojuzgar a la comunidad humana desde la cúspide del poder, sin tomar en cuenta más que la propia capacidad de dominio y despreciando, abierta o subrepticiamente, la esencial necesidad que el ser humano tiene de elegir su destino en libertad”.

 De lo que se desprende que el individuo no será libre si no es a través del conocimiento (gnosis) de la existencia de dichas fuerzas operantes, tanto en su propio interior, cuanto en el proceso histórico. El Evangelio de Felipe nos dice a este respecto lo siguiente: “los nombres otorgados a las realidades mundanas comportan un gran error, pues desvían su mente de lo estable a lo inestable”, lo que corrobora el enunciado de Juan G. Atienza al poner el énfasis en lo estable, es decir, en las sempiternas fuerzas operantes, y no en lo inestable, esto es, los ropajes con los que esas fuerzas se envisten de época en época. 

Así, Juan G. Atienza afirma:

 “Que esas fuerzas se llamen papado e imperio, güelfos y gibelinos, monarquía y república, capitalismo y comunismo o fascismo y democracia, creo que importa mucho menos que su enfrentamiento constante por alcanzar el poder sobre el resto de la comunidad. En el fondo, todos esos nombres no son más que las caras de una misma moneda 2, que sirve para comprar el libre albedrío del ser humano, con la fuerza del palo o con el señuelo de un bienestar que, en lo profundo, es sólo la droga calmante de una esclavitud consentida”.

 Es precisamente el conocimiento de eso que Juan G. Atienza denomina “lo profundo” lo que permite al ser humano liberarse de las esclavizantes fuerzas que operan detrás de bambalinas.

El puente sobre el Caos. John Martin. El paraíso perdido.

Y a ese conocimiento y al proceso de reconciliación de las fuerzas opuestas que se encuentran enfrentadas o que se atraen entre sí dedicaremos nuestros próximos párrafos. La alquimia ha definido su arte espagírico con la máxima “solve et coagula”, con la que expresaban la necesidad de disolver los elementos que entran en juego en el proceso, léase separarlos en sus constituyentes elementales, para posteriormente armonizarlos en una unidad integrada a la que denominaban Lapis philosophorum. Y el proceso comenzaba con la prima materia, una masa confussa que albergaba a todos los elementos en un estado caótico, inarmónico y desintegrado. Esa masa caótica se corresponde en psicología con lo inconsciente en su estado original, en el que los instintos se hallan enfrentados los unos con los otros y en el que el ser humano es un hervidero de pasiones, un esclavo de sus propias reacciones instintivas. Los arquetipos, como modelos de organización del material inconsciente, son los verdaderos artífices de lo que luego acontece en la realidad manifiesta o histórica, son esas fuerzas actuantes de las que hablaba Juan G. Atienza. El alquimista se refiere al inicio de la Gran Obra de la transformación del plomo en oro como la nigredo. La oscuridad imperante en esa etapa del proceso de transformación viene representada con los símbolos del cuervo, la calavera, el lobo que se come al viejo rey, el león que engulle al sol, etc. Todos estos símbolos aluden a una muerte 3. En términos psicológicos lo que está muriendo es una actitud consciente o una tendencia dominante cuya ostentación no hace sino destruir la vida a su paso 4. Recuerdo el caso de una mujer que comenzó a tener sueños en los que se le aparecían figuras oscuras y a las que identificaba con el Diablo. Y ese diablo no es otro que su propia sombra, su otro yo que desea ser considerado, es decir, el adversario del ego 5. Naturalmente, cuando los contenidos de lo inconsciente afloran a la superficie con la fuerza de un tifón, o a modo de tsunami lanza sus gigantescas olas a las antaño tranquilas orillas de la consciencia, el individuo se encuentra ante la necesidad de enfrentarse a esos contenidos, darles forma y, finalmente, comprenderlos. De no hacerlo así cabe el peligro de verse anegado por unas fuerzas que ni en sus más terribles pensamientos hubiera nunca concebido 6.


 El ciudadano medio, gracias a dios, nada sabe de estas fuerzas. Sin embargo, sin ser, ni por asomo, consciente es arrastrado por ellas a un destino que, siendo, no obstante, el suyo, desconoce por completo. La inmersión en las profundidades de uno mismo es una verdadera tarea heroica, lo que explica la reticencia general a embarcarse en semejante viaje. Pero ese miedo y esa resistencia al descenso a los infiernos que el hombre común experimenta encierra un asunto crucial que es menester apuntar aquí. Se trata de la fascinación que lo inconsciente ejerce, atracción que en los mitos se ha ejemplificado como un seductor canto de sirena. Detrás de esa atracción fatal 7 está el peligro de la desintegración de la personalidad en sus constituyentes, un estado que han representado los alquimistas magistralmente en la imagen del caos que impera en la masa confusa. Y esa atracción es mucho más efectiva, cuanto más se profundiza 8. No obstante, en el seno de esa masa confusa, yace, oculto, el tesoro de gran valor, la piedra 9. El trabajo reside en la extracción de dicho tesoro del caos que lo rodea. Dicha tarea no es otra que la de hacer conscientes los contenidos de lo inconsciente. Pero, en un primer momento, el caótico estado que impera en el ser humano en los inicios del proceso, como lucha de elementos contrarios que parecen desgarrar las entrañas del individuo en cuyo interior está teniendo lugar esta lucha de fuerzas contrarias, es compensado con la formación de imágenes de unidad y totalidad, cual es el caso de los mandalas. Estas formaciones nos enseñan que del caos surge el orden, pues son esos mandalas una muestra de lo que está teniendo lugar en lo inconsciente 10. Se está produciendo un efecto compensatorio y, cuanto mayor es la sensación de tensión y de violenta irrupción de contrariedades, tanto más vívida es esa imagen de la unión de los contrarios. No resulta extraordinario que el individuo en ese estado tenga sueños de uniones sexuales. Pues estas uniones sexuales representan la tendencia compensatoria de lo inconsciente que, frente a un estado exterior desordenado y tenso, produce una conjunción de elementos opuestos. En ocasiones, también pueden aparecer uniones sexuales con personas del mismo sexo. Estas uniones deben entenderse como un símbolo, de modo que aluden a la unión de dos tendencias o instintos con idénticas polaridades. Los alquimistas representan ese proceso, en la nigredo, como unión del rey y de la reina 11. De dicha unión tiene lugar el engendramiento de un tercero hermafrodita, pues contiene ambas naturalezas. Expresado en términos psicológicos lo que tiene lugar es el nacimiento del Sí-Mismo, es decir, del atman interior, del Hombre Andrógino, una imagen del Lapis o una alegoría de Cristo. En definitiva, se produce de ese modo la vivencia de la divinidad en el interior del ser humano.”



He querido traer este texto aquí, a colación,  porque considero que describe el estado en que se encuentra el mundo en estos momentos. Desgraciadamente, son aún demasiado pocos los que se dan cuenta de la importancia de embarcarse en un viaje de autoexploración profunda, y recuperar el contacto con su Alma, a fin de que el conflicto entre las fuerzas oponentes, descritas más arriba, no tome cuerpo en el mundo, en la forma de una guerra (o de una revolución). Sobre este mismo tema, al psiquiatra Carl G. Jung le preguntaron, en una conferencia, si pensaba que habría una guerra atómica en algún momento y él respondió lo siguiente: “Yo creo que esto depende de cuantos individuos puedan soportar la tensión de los opuestos en sí mismos.  Si son suficientes, pienso que podremos escaparnos de lo peor. Pero si no es así, entonces habrá una guerra atómica, nuestra civilización perecerá, como muchas otras perecieron antes, pero con repercusiones mucho más serias”. Lo que dijo Jung, hace bastantes años, ha sido reafirmado en numerosas ocasiones, no sólo por el círculo de sus seguidores más cercanos o de los herederos de su legado, sino por todos aquellos que se han visto ante la necesidad vital de realizar ese viaje a las profundidades de sí mismos. Así, se ha hablado de la existencia de una “masa crítica” a partir de la cual, probablemente, se opere un cambio que tome cuerpo en el mundo. En una carta privada que C. G. Jung escribió al escritor chileno Miguel Serrano, le expuso, de un modo directo, que la toma de consciencia y el trabajo interior con lo inconsciente colectivo tenía repercusiones en el ámbito material, atendiendo a la propiedad psicoidea (material y psíquica) de los arquetipos. Y, al mismo tiempo, afirmaba que esa toma de consciencia y ese trabajo interior no tendría lugar sino después de que pasasen varias generaciones. Por lo que, en cierto modo, estaba hablando del tiempo necesario para que se alcance esa “masa crítica” necesaria para que el ser humano no destruya el mundo en el que vive, con un holocausto nuclear. Expresé esta misma idea en una conversación privada con Miguel Blanco, antes de que me entrevistara con motivo de mi último libro La Hermandad de los Iniciados, en su programa de radio “Espacio en Blanco”, de Radio Nacional de España.  



Desde un punto de vista práctico, en la experiencia de cada cual, esto se realiza, por ejemplo, en la no exenta de sufrimiento, sin duda, toma de consciencia de las oscuridades que cada cual alberga en sí mismo, es decir, de las debilidades y de las inferioridades propias, en lugar de proyectar estas sobre los terroristas, los “maltratadores” o “violentos”, en la “casta de los políticos corruptos”, en la “usura de los banqueros”, “en las inmundicias de la Iglesia católica”, etc. De hecho, quienes tienden a criticar con vehemencia a esos nuevos chivos expiatorios, más les valdría preguntarse a si mismos, con probidad,  si, estando en el lugar de los políticos y teniendo acceso al poder y al dinero, por ejemplo, actuarían ellos de un modo más honesto. Al tiempo que, les recomendaría, también, realizar un examen de conciencia para que se dieran cuenta de si, en ellos mismos, existe o no la capacidad de comportarse de un modo deshonesto, cruel o, llegado el caso, violento. ¡Cuantos ciudadanos honrados no se han convertido en bestias de presa, cuando las circunstancias apremiaban! En la película que recomiendo en esta entrada, puede observarse esta “metamorfosis”, aparentemente imposible de concebir. ¡Dejemos ya de comportarnos como adolescentes y asumamos la parte de responsabilidad que a cada cual le corresponde!

domingo, 18 de septiembre de 2011

ESPIRITUALIDAD Y EVOLUCIÓN DE LA CONSCIENCIA

Aunque mi deseo había sido el de grabar en formato audio la tertulia que tuvo lugar ayer, viernes 16 de septiembre de 2011, para colgarla en este mismo blog,  por motivos ajenos a mi voluntad, no pudo ser así. De modo que, he decidido escribir un pequeño resumen de los temas que tratamos durante el transcurso de las dos horas que duró la tertulia, así como de explicar algunos temas que, a mi juicio, no supe exponer en un lenguaje accesible a todos. Pido disculpas a todos aquellos que acudieron y que se sintieron perdidos en algún momento de la tertulia. En futuras reuniones, trataremos de que nuestro lenguaje sea más accesible, al tiempo que iniciaremos el diálogo lo antes posible.

Tras una presentación de todos los participantes, comentamos el motivo fundamental por el que se convocaban estas tertulias. Y este motivo fue el interés suscitado en las presentaciones de mi reciente y último libro publicado, titulado La Hermandad de los Iniciados, en torno a los temas principales que en él abordo, y que giran en torno a la recuperación del contacto con el Alma, con el mundo interior, a la toma de consciencia del Sentido último de la existencia y, por tanto, del proyecto vital que uno ha de desplegar en el transcurso de su vida, así como de la importancia de llevar una vida espiritual. Todos estos temas los he abordado, principalmente, en dos de mis libros: En Al final del túnel y en el citado más arriba, La Hermandad de los Iniciados, ambos productos destilados de mi propio proceso de transformación.

Luego, contextualicé el tema principal de la tertulia “ESPIRITUALIDAD Y EVOLUCIÓN DE LA CONSCIENCIA”, puesto que mucho se ha hablado de ambos términos y en contextos y de modos muy diversos. Así, expuse lo que yo entendía por evolución de la consciencia, como el despliegue efectivo y consciente de una pauta, de un orden interior, en el transcurso de nuestras vidas humanas. Y, para ejemplificarlo, comparé esta evolución con una semilla que se despliega, va creciendo, desarrollándose hasta que fenece y regresa a la tierra. Y, comenté, que esa es, precisamente, una de las imágenes en las que se representa (en sueños o mediante el empleo de una técnica de meditación como la Imaginación Activa)  el proceso o evolución de la Conciencia. Y mencioné entonces la idea del Físico David Bohm acerca de la existencia de un Orden Implicado que se despliega en un Orden Explicado o manifiesto. Por lo tanto, la idea fundamental que intentaba transmitir era que es ese Orden, que bien puede llamarse Espíritu de las Profundidades, Ser Interior, Self, Atman, Cristo Interior, etc., el que se va desplegando, y que el "yo" ha de convertirse en un colaborador activo, para que esa evolución tenga lugar de un modo consciente.  Por lo tanto, con esto aludía a la existencia de una chispa divina en el interior del ser humano y de la importancia de que el hombre adquiera consciencia de ella, y colabore activamente en su despliegue efectivo. Así, por Espiritualidad  entendía el modo en que ese Espíritu Interior, llámese como quiera llamarse (“cristo interior”, “dios en nosotros”, etc.), va manifestándose en la vida de cada individuo (y en la vida del colectivo. Desde esta perspectiva, el individuo que accede a la matriz en la que el Espíritu deja su semilla, es decir, el individuo que recupera el vínculo con su Alma, entra en contacto con las tendencias que tomarán cuerpo (que se encarnarán)  en el zeitgeist o conciencia colectiva de su época, y que, para la sociedad, aún están por venir. El Espíritu es atemporal y ahistórico (o transhistórico), ajeno a las coordenadas espacio-temporales que rigen en el ámbito de la consciencia, tanto individual, cuanto colectiva).

Realizada esta contextualización, pusimos énfasis en distinguir entre la idea de la autorrealización del "yo", de la consciencia, en el sentido de alcanzar las metas conscientes que uno se proponga, y lo que he denominado en algunos de mis ensayos la autorrealización del Sí-Mismo. En esta última, no es la consciencia la que se realiza, no se trata de la realización de las metas y propósitos conscientes, aquellas que satisfacen al yo, tal y como suele entenderse en la Psicología cognitiva. Antes al contrario, se trata de la realización del Sí-Mismo que, en cierto sentido, es tanto como decir la realización del Destino del individuo, de su vocación espiritual, aquello a lo que está llamado a hacer en esta vida,  de su “propio mito”, único e irrepetible, aquel para el cual su madre lo trajo al mundo.

En ese proceso de autorrealización del Sí-Mismo, de Dios en el Hombre, decíamos que es imprescindible la toma de contacto entre la parte consciente, la consciencia, y la parte inconsciente, lo Inconsciente del ser humano. Una “dialéctica” o un “diálogo” entre ambos contrarios. La consciencia, como decíamos antes, se ha de convertir en una especie de puer aeternus, de adolescente eterno, un aprendiz, que mediante una actitud jovial esté siempre abierto y dispuesto a aprender. El mayor peligro para toda Evolución de la Conciencia, tal y como la definimos, decíamos que era la inflación egóica. La pretensión del yo de creer que ya tiene todas las respuestas, que ya lo sabe todo. En ese momento, la Evolución se malogra y, tarde o temprano, lo Inconsciente “atacará” allí donde la consciencia menos se lo espera, haciéndola caer de la torre de marfil en la que el yo se ha instalado. Ejemplos de este tipo los vemos a diario en muchos intelectuales racionalistas, enamorados de su “pretendida” erudición.


Dijimos también que, para tomar consciencia de esa Evolución, el individuo ha de pasar por un proceso iniciático. Así, aproveché para explicar el significado del título de mi libro, La Hermandad de los Iniciados. Comencé diciendo qué no es la iniciación. La iniciación no es la adquisición de un saber obtenido mediante un esfuerzo consciente, a través de un acto de la voluntad egóica, leyendo innumerables libros y obteniendo un conocimiento intelectual sobresaliente. Eso no es una iniciación. La iniciación es un proceso por el que el ser humano muere a un modo de existencia profana y prosaica y tiene acceso a una realidad trascendente a la consciencia, que bien podríamos denominar espiritual. Y esto, en la vida particular de cada cual, tiende a manifestarse en una crisis o en una desorientación vital importante. El modo en que esto tenga lugar en los respectivos individuos puede divergir enormemente: algunos pueden vivir este tránsito, esta crisis, esta muerte al estado de ser anterior, porque les sobreviene un trastorno psíquico; otros,  a través de un grave accidente, que casi acaba con su vida; otros, puede que afronten una enfermedad, como por ejemplo un cáncer; otros, pueden convertirse en chivos expiatorios del sistema, cargando con las infamias encubiertas de sus contemporáneos, y ser recluidos en una cárcel, donde inician su particular descenso a los infiernos, etc.  Hay numerosos ejemplos de cada uno de estos casos a lo largo de la historia. Y esa crisis es, en realidad, el preludio del despertar del Alma.



Después hablé de los modos en que se puede acceder a esa realidad, que la Psicología Analítica denomina lo Inconsciente, o, también, el Alma. Así, comenté que los sueños pueden ser entendidos como mensajes que provienen de lo Inconsciente, si bien se trata de un tipo de imaginación pasiva (en el sentido de que la consciencia no actúa, recibe el mensaje). Y luego pasé a hablar del método de la Imaginación Activa, como una poderosa técnica meditativa occidental (que no es nueva, sino que ya se encuentra descrita en los textos de alquimistas, bajo el nombre de Imaginación verdadera y no fantástica) que permite entrar en contacto con las imágenes que emergen de lo inconsciente. Para que esta imaginación se lleve a cabo, la consciencia ha de bajar su nivel mental, ha de entrar en un estado semejante al duermevela, tratando de “aquietar” el proceso mental, y dejar que las imágenes emerjan desde lo Inconsciente. Luego, cuando estas imágenes empiezan a aparecérsele a la conciencia, como si se estuviera viendo una pantalla de cine, si bien la conciencia es un actor dentro de la película que se reproduce, se ha de interactuar con ellas y, en la medida de lo posible, según las capacidades “artísticas” de cada uno, plasmarlas de algún modo: bien, mediante un diálogo que se escribe en un cuaderno; bien, dibujando la imagen tal cual se presenta; bien, realizando una escultura que represente lo que uno vive; bien, pintando un cuadro; bien, escribiendo una poesía que refleje eso que se está viviendo (en la imaginación); o bien, una mezcla de varias manifestaciones artísticas (pintura y escritura, por ejemplo). Por cierto que, otro modo de acceder a lo Inconsciente, es dejar fluir ciertas ideas y plasmarlas mediante un escrito o una poesía, por ejemplo,  que no ha escrito sólo nuestro yo, sino que nuestro yo ha sido un “canal” a través del cual lo inconsciente se expresa (la paloma del espíritu le habla y el hombre lo manifiesta).


Debo reseñar aquí que, este método de meditación, la Imaginación Activa, está contraindicado en personas que no estén bien enraizadas en la realidad, con un complejo del yo o ego (entendido éste, como el foco de luz que ilumina los contenidos de la consciencia) poco estructurado, por el riesgo de padecer un brote psicótico.

Y es que, como dije en la tertulia, el yo es vapuleado y humillado en numerosas ocasiones por esas “personajes” que aparecen en la imaginación, siendo tratado, especialmente al principio, como un patoso, casi como un imbécil. Un ejemplo de este encuentro lo representa el acceso de Jake Sully, el protagonista de la película Avatar, al mundo de Pandora. Ahí se observa cómo le tratan los avatares (o ángeles) de la tribu Omaticaya y, también, el peligro que corre al ser atacado por varios animales salvajes (representantes de nuestros instintos primarios). Así que, la idea que tienen algunos sectores de la población, especialmente vinculados con la heterogénea corriente de pensamiento denominada New Age, concerniente al acceso al ámbito espiritual como si éste fuese un camino de rositas, y que la conciencia se encuentra con una paz y una felicidad eternas, yerran en algo fundamental: en las ordalías, el sufrimiento y las crisis que encierra todo proceso iniciático.


Tras expresar estas ideas, comenzó la tertulia propiamente dicha. Una de las primeras cuestiones que surgió fue si lo Inconsciente Colectivo en Jung se identificaba con lo Espiritual. A esto, respondí que ese era un malentendido frecuente en quienes han leído parcialmente a Jung. Así, lo que en Psicología Analítica se entiende por Inconsciente Colectivo, expliqué, es algo así como una especie de recipiente, de Útero femenino, de Cáliz, en donde el Espíritu deja su simiente. Lo que Jung decía, y trataba de explicar yo, es que en el Alma, en lo Inconsciente Colectivo, encontramos un fluir de imágenes, que él denomina Imágenes primordiales o arquetípicas. Y esas imágenes, tras estudiar muchos casos en su consulta privada, así como en su propio proceso de Evolución de la Conciencia, tal y como la hemos definido, parecen mostrar ciertas constantes, constantes que él denominó arquetipos. Pero Jung no identificaba, en ningún momento, lo Espiritual con lo Psíquico. Sólo decía que en lo psíquico se manifestaba algo que estaba colmado de Sentido. Las imágenes simbólicas que aparecen en el Alma o Inconsciente Colectivo son una puerta al misterio insondable. Es decir, para Jung y para mí, el fondo anímico del hombre es un auténtico misterio y el encuentro de la conciencia con su mundo interior  abre la puerta al  misterio.

También tuvimos que diferenciar entre lo que entendíamos por mundo interior y lo que el colectivo (la sociedad) suele entender por tal. El mundo interior, tal como lo estábamos definiendo, no es el mundo de la abstracción ideológica, propia del pensamiento filosófico; de hecho, este se apoya en profundos fundamentos del mundo interior, si bien el pensador pocas veces es consciente de ello. El mundo interior es algo autónomo, funciona independientemente de nuestra voluntad consciente. Y, como decíamos al principio, parece tener un determinado propósito que, según nos parece, está relacionado con el despliegue efectivo del Dios que nos habita o de “dios en el hombre” (la imagen de dios en el interior del ser humano). Aquél que toma contacto con este trasfondo puede hacerse consciente de su vocación vital, de su “mito interior”.  Así que, para quien dedicar su vida a la realización de su proyecto vital es lo más importante,  no se le debe tachar de ensimismado, tal y como suele entenderse habitualmente esta palabra. Por el contrario, el ensimismamiento de alguien así orientado es un ensimismamiento “centrovertido” y no “egocéntrico”, algo que es importante diferenciar.


Un asunto muy interesante, que también  surgió en la tertulia, fue el de la importancia de conocer la sombra, es decir, las oscuridades, los defectos, las debilidades,  que todos portamos en nuestro interior y/o exterior, de un modo vivencial, práctico, existencial, y no sólo a través de la mera abstracción filosófica. Así, surgió la idea importante de la “relatividad del bien y del mal” en el terreno práctico. Esto último, tuvimos que definirlo y precisarlo bien, porque había personas que parecían entender con ello algo así como un “todo vale”. Y, a través del debate, se fue clarificando la idea principal: Si uno se identifica con los valores colectivos de nuestra sociedad (valores que, por cierto, van cambiando con el tiempo) hasta el punto de creer que esos son los únicos criterios válidos sobre lo que está bien, y lo que está mal, está adoptando una actitud de endiosamiento. Sólo un dios puede saber qué está bien, y qué mal en cada momento. Nosotros, en cambio, debemos ser un poco más humildes y enfrentar el asunto del siguiente modo: “esto que voy a hacer puede que esté bien… pero puede estar mal”, no lo sé de antemano. No dispongo de un manual o un decálogo que me diga lo que está bien, y lo que está mal, en todo momento, para mí. Lo que no significa que se relativice el bien y el mal como categorías absolutas. A veces, un aparente bien, puede provocar un mal, y viceversa. Por otro lado, cuando uno toma contacto con su propia interioridad, con su Alma, puede escuchar la Vox Dei, la voz de Dios, lo que se ha llamado también la voz interior o voz de la conciencia, y así se abre a lo que ese otro lado de sí mismo considera que está bien o mal, para él. Una actitud que cree estar en posesión de la verdad sobre lo que está bien y lo que está mal, jamás podrá escuchar lo que tiene que decirle su otra mitad, su alter ego. Y es que, ahí, en el fondo anímico, es donde podemos encontrar lo que está bien y lo que está mal, para nosotros. Lo que puede (y de hecho sucede) no coincidir con lo que la sociedad considera como tal.


Y, sobre el problema de la sombra,  sacamos a colación uno de los temas más candentes en la sociedad moderna: El problema de la Violencia de Género. Introduje este importantísimo asunto, hablando de los factores inconscientes que están presentes en toda relación de pareja. Así, comenté que, uno de los grandes problemas de nuestra sociedad, es precisamente la inconsciencia, el rechazo, en definitiva, la represión de lo negativo, falso, pueril, etc., (el lado flaco) que hay en cada uno de nosotros, los seres  humanos. Y, en lugar de asumir esas debilidades, tomar consciencia de ellas, y tratar de integrarlas en la consciencia (manteniendo la tensión en el interior), la gran mayoría de las personas en esta sociedad proyecta esas debilidades y oscuridades propias en los demás: bien sea en los “agresores”, bien en la actitud de las mujeres maltratadas. Ni unos, ni otros, son, en realidad, conscientes de los factores que están actuando a sus espaldas y que, finalmente, los entrampan en una relación autodestructiva para ambos miembros.

Me resultó muy grato que una de las tertulianas, que es terapeuta familiar, y que está tratando con casos de malos tratos en las relaciones de pareja, expresara que le resultaba sorprendente como, lo que estábamos tratando aquí, que era el meollo principal de este grave problema social, la violencia en las relaciones de pareja, ni se mencionara en los medios de comunicación. Claro, no sólo no interesa airear estos asuntos, sino que, para la conciencia colectiva, las oscuridades y debilidades, no pueden ser asumidas conscientemente, sino que las rechazan, las reprimen y, finalmente, las proyectan en los nuevos chivos expiatorios. El trabajo de toma de consciencia de esas debilidades, de esos conflictos subyacentes, es una labor de los individuos concretos.

Entonces, poco a poco, fue surgiendo la idea de la importancia de las profundas raíces que el problema de la violencia de género tiene. Tan profundas que están enclavadas en lo Inconsciente Colectivo, del que habíamos hablado antes. De hecho, la actitud machista de esta sociedad se manifiesta, también, en el trato indulgente a la mujer, a la que se ve como el sexo débil, a la que hay que proteger, porque ella no puede valerse por sí misma. Ella, la mujer, no tiene que hacer nada para resolver el conflicto en la relación de pareja, piensa la conciencia colectiva, es el hombre, el “agresor”, al que hay que recordarle que está “saltándose la ley”, que está “pecando”, y que es un “malhechor” o un “criminal”. De modo que, se soluciona el problema, según la opinión de la conciencia colectiva, imponiendo órdenes de alejamiento al “agresor” y, eventualmente, encerrándole. Estas medidas, no sólo no disminuyen el conflicto, sino  que, probablemente, aumenten la tensión entre los miembros de una pareja. El trabajo  principal, se quiera ver o no, está en ambos miembros de una relación. Si no, ¿por qué algunas mujeres que han dejado una relación con un “maltratador”, si no realizan un trabajo de toma de consciencia, vuelven a repetir el mismo patrón de relación con otros hombres? ¿Por qué, algunas mujeres, en una misma relación, pasan de ser maltratadas, a maltratar ellas a su pareja? Como comentamos en la tertulia, el problema en las relaciones posee, desde luego, unas profundas raíces. Y, en esas raíces, está la inconsciencia  y la indolencia de la mayoría de los individuos, así como la orientación materialista de esta sociedad secular, profana o desacralizada.

Para concluir  y no extenderme demasiado, aunque hubo muchas otras aportaciones interesantes durante la tertulia, surgió el tema concreto de un hombre que estaba convencido de que la evolución de la conciencia estaba reñida con los intereses económicos o empresariales. Fue muy interesante escuchar un relato personal de alguien que siente que el dedicarse a un trabajo de empresario es contrario al “desarrollo espiritual”. Y, en parte, no le falta razón. Varios de los tertulianos hicieron aportes muy interesantes, al comentar a este señor que la materia no está reñida con el espíritu, sino que es la actitud hacia la materia la que puede estar reñida con la evolución espiritual. Algo importante, que debe experimentarse durante el proceso de evolución de la Conciencia, es el darse cuenta (no mentalmente, sino vivencialmente) de que es la identificación con los bienes materiales (sean estos, los que sean) lo que es contrario al proceso, no los bienes materiales en sí mismos. Tan es así que habrá individuos cuyo Destino (Tao), cuyo Camino, cuya Patrón o Pauta interior (“su mito”) les conduzca a tener importantes sumas de dinero, o de bienes, o un prestigio social, o grandes cualificaciones profesionales o a ser empresarios. El asunto es qué hace la conciencia con eso, si se identifica con eso hasta el punto de que su vida gire alrededor del dinero, los bienes materiales o el poder. En algún momento de la vida, puede que se produzca un giro pendular (una enantiodromía), y el individuo ha de estar preparado para desprenderse de lo “ganado”. Y esa es una prueba de fuego.

La tertulia finalizó a las 22:30 y quedamos en que, quienes estuviesen interesados en continuar compartiendo experiencias e ideas, para que todos aprendiéramos y ampliáramos la consciencia,  estaban invitados a la próxima tertulia, que sería un viernes del próximo mes de octubre. Día que se anunciará a través de Internet, tanto desde este blog, como desde el grupo “ESPIRITUALIDAD, FILOSOFÍA Y CIENCIA” creado en Facebook.  Y, por supuesto, al que estáis todos invitados. Recordad que la asistencia es gratuita y abierta a todos los interesados (Vocatus atque non vocatus, deus aderit = Invocado o no invocado, dios está presente). 

Más sobre el autor de este texto pinchando en Psicología Profunda y espiritualidad.

viernes, 16 de septiembre de 2011

EXPERIENCIAS INTERIORES QUE PREPARAN PARA LA MUERTE

Después de haber leído uno de los capítulos del libro de la psicoterapeuta y analista junguiana Barbara Hannah, titulado EL INCONSCIENTE PREPARA PARA LA MUERTE, de su libro Encuentros con el Alma, Imaginación Activa como C. G. Jung la desarrolló, he quedado muy impresionado. Hacía apenas unas semanas que había expresado a mi mujer mi intención de investigar algún caso en el que un paciente hubiera estado cerca de la muerte y hubiese relatado sus sueños. Esos sueños, pensaba yo, seguramente nos muestren cómo lo inconsciente prepara al individuo para la muerte física. Y ella me dijo que ese era precisamente el tema que hubiese querido investigar para su tesis doctoral, pero que no pudo hacer.

Con esta idea en mente, y teniendo en cuenta mi participación en el próximo congreso de Antropología, Espiritualidad y Psicología que tendrá lugar en Ávila y cuyo tema principal es “El sentido de la vida ante las crisis”, el libro de Barbara Hannah era justo lo que andaba buscando. De hecho, antes de leer este libro, acababa de terminar otro de Mircea Eliade titulado Nacimiento y Renacimiento. El significado de la iniciación en la cultura humana, donde Eliade trata los patrones iniciáticos en las distintas sociedades premodernas  (previas al fin de la Edad Media en la Europa occidental, y en el resto del mundo hasta la Primera Guerra Mundial), para mostrar la importancia y la prevalencia de estos motivos en las distintas culturas tradicionales. Eliade insiste en que “la originalidad del hombre moderno, su novedad en comparación con las sociedades tradicionales, radica precisamente en su determinación a considerarse a sí mismo como un ser puramente histórico, en su deseo de vivir en un cosmos básicamente desacralizado.” Un ideal este que no tiene nada en común con el mensaje cristiano y que es ajeno a la imagen que de si mismo tiene el hombre tradicional, para quien el mundo es obra de seres sobrenaturales y, por consiguiente, su propia estructura es en esencia sagrada.

Por ese motivo, he decidido publicar aquí varios fragmentos del capítulo al que hacía mención unas líneas más arriba, titulado EL INCONSCIENTE PREPARA PARA LA MUERTE, siendo uno de los testimonios más originales que conozco de cómo el inconsciente prepara a una mujer, que además es una analista junguiana, para la muerte física. En realidad, tanto los sueños, como la práctica de la Imaginación Activa, nos permiten, si se utiliza bien, prepararnos para afrontar cualquier crisis (yo mismo las he practicado para afrontar mis crisis personales) y, como veremos, también la muerte. Pues, en última instancia, las crisis vitales, existenciales, nos van preparando para ese ¿final?, como he expuesto en otro lugar. He aquí un vídeo sobre las experiencias cercanas a la muerte (ECM). Algunas de las experiencias que en él se cuentan resultan interesantes de cara a compararlos con lo que narra Barbara Hannah.




“El material (que presento) a continuación proviene de los siete meses anteriores a la muerte de Beatriz. Nos muestra cómo ella fue gradualmente atraída hacia el centro y cómo abandonó la perspectiva del ego y aprendió a adoptar la del Self.

Beatriz había practicado bastante la imaginación activa. (…) Por discreción, no describiré con detalle sus dificultades; sólo diré que eran típicas de una mujer casada de su edad (poco más de cincuenta años). (…)

Beatriz tenía un animus muy positivo el cual la guió en su imaginación activa; además, la imagen de una flor en la profundidad del bosque fue cobrando cada vez mayor importancia para ella, siendo este símbolo precisamente el punto de partida de nuestro material.”

Hago aquí un ínterin, para comentar que en una conversación privada con un amigo, que por discreción llamaré Pedro, éste me contó que, mientras atravesaba una grave crisis personal, en uno de sus sueños vio la imagen de una flor que florecía resplandeciente de un fondo fangoso y una voz le decía que debía empezar de nuevo. Esta flor, semejante al loto, simboliza precisamente lo mismo. Se trata del la Flor de Loto, una imagen del Atman interior, del arquetipo de Ser (Self).

Continúa Barbara Hannah diciendo:


Ella se dirige a la flor (en un ejercicio de imaginación activa):

Tú, maravillosa flor de oro y plata, eres como un centro resplandeciente en mí, a partir del cual estoy aprendiendo a vivir. No puedo seguir viviendo fuera de mi misma, debo vivir desde este otro centro en donde también vive mi hombre espíritu divino. El misterio de la flor me une con la intemporalidad, incluso con la eternidad.

Beatriz continúa:

La flor es la casa que he construido para mí en la eternidad. Me he mudado ya a esta casa, con el fin de tener un lugar para que mi alma viva cuando mi cuerpo decaiga. Es un pedazo del jardín celestial del paraíso.

Aquí Beatriz probablemente estaba influenciada por el artículo de Richard Wilhem, “Muerte y Renovación en China”, en donde explica que los chinos aprecian la vida en forma diferente a como lo hacemos nosotros (los occidentales). Uno de los documentos chinos más antiguos señala que la mayor fortuna para un ser humano es encontrar una muerte que corone su vida y el mayor infortunio es morir a destiempo y no poder encontrar la propia muerte (…) Los confucianos creen que uno debería prepararse para ese evento; durante el curso de su vida uno debería tratar de construir una especie de cuerpo sutil espiritual, elaborado a base de pensamientos y obras. Un cuerpo que brinde a la conciencia un apoyo cuando ésta tenga que abandonar a su ayudante anterior: el cuerpo físico. Evidentemente, Beatriz espera que esta flor se desarrolle en un cuerpo sutil espiritual que le dé soporte a su conciencia al momento de morir. No sé si Jung alguna vez habló con ella acerca de su premonición con respecto a su muerte prematura, sin embargo, ella misma debe haberlo sentido, pues estaba inusitadamente interesada en construir este apoyo (…).

Como muchos de nosotros, Beatriz esta muy preocupada por los sucesos del mundo (y) decide hablar con su ánimus positivo, su hombre espíritu, sobre esto (…):

Gran Hombre espíritu: ayuda a la humanidad para no destruirnos unos a otros y que no vayamos a pique. Ayúdanos contra los demonios oscuros que nos amenazan. Ayúdanos contra el dios maligno que nos destruirá, pues imagina más maldad de la que somos capaces de soportar.

El (animus) responde:

Piensa en la flor, pues todo es uno en ella.

Entonces ve a un pájaro blanco volar hacia el interior de la flor, bañarse en su luz y volar después para internarse en  el mundo.

Su hombre interior hace bien en llamar su atención hacia la unión de los contarios en la flor, pues la única esperanza para nuestro desgarrado mundo es que los opuestos hostiles puedan unirse. La labor principal de los alquimistas radicaba ahí, ellos siempre trataban de unir los opuestos pues sólo cuando los opuestos están unidos se encuentra la paz verdadera. Cuando analizamos la situación del mundo como lo hizo Beatriz, encontramos en todas partes un opuesto tratando de ganar poder sobre el otro. A nivel colectivo no podemos hacer nada, puesto que, en el único ámbito en donde podemos hacer algo es nosotros mismos.

Si Beatriz se daba cuenta o no, de cualquier forma estaba contribuyendo lo mejor que podía para el bienestar del mundo al obedecer a su hombre espíritu e ir hacia la flor. El pájaro que ella observa volar hacia la flor y después volar hacia el mundo nos da la clave: en este mundo no podemos pretender una liberación permanente de la tensión de los opuestos, pero sí podemos darnos cuenta de que dentro de nosotros existe un lugar en donde están unidos y podemos aprender a visitarlo y permitir así que su luz salga volando al mundo. Si un buen número de personas pudiera darse cuenta de la importancia de esto y visitaran este espacio interior, podrían llegar a ser capaces de soportar la tensión de los opuestos en el mundo exterior. Para Jung, esto es esencial para evitar el holocausto nuclear.

Beatriz nos dejó un registro de sus visitas a la flor, por lo menos dos veces al mes. En la siguiente visita a la flor se percató, más que nunca, de la unión de los opuestos:

Voy a la flor milagrosa y la contemplo. Lo que antes eran dos opuestos en ella, se han convertido en uno. Eso es un milagro. Posiblemente, el espíritu de esta flor pueda sanear el mundo y protegerlo de la guerra. Rezo para que así suceda.

(…) Quince días más tarde:

Voy al lugar en donde dos se han convertido en uno, en donde oro y plata, sol y luna, se han unido, en donde el ser humano también puede ser uno consigo mismo y con los otros.

De inmediato, Beatriz se queja de que su contratrasferencia la está perturbando. Es incapaz de comprender su significado por lo que se dirige al bosque para hablar con su hombre espíritu y comunicarle la tristeza que le produce esta contratransferencia (Beatriz está analizando a un paciente). Lo acusa de manifestarse en su paciente y le pide que no sea tan cruel.

Podemos ver cómo ella, cada vez con más frecuencia, lleva sus problemas del mundo externo, a la flor o al hombre espíritu; quince días más tarde, ella camina en lo que ha llamado el “bosque del ensueño fantástico”, llamando al animus repetidamente. Por fin, él acudo y la conduce a la flor, caminando a su lado. Permanecen en silencia tomados de la mano ante la flor “contemplando el gran misterio de la unidad”. Ella le pregunta si existe algún fuego que arda sin consumirse y sin destruir todo lo que alcance. Él le dice que observe a la flor y sea testigo del calor y brillantez con la que arde sin consumirse ni destruir cosa alguna; la flor es el hijo y el símbolo del amor de ambos y del amor que ella ha manifestado hacia todo lo demás; y le reprocha que esté triste, le pide que sufra su contratransferencia gozosamente, pues es bueno tenerla ya que ésta pertenece a su propia psicología.

Esto enfurece a Beatriz, enojada clama por el derecho a llorar y a estar triste. Lo acusa de ser cruel, le dice que su amor hacia él se ha convertido en odio, él es un monstruo y no desea volverlo a ver (…)
A pesar de todos sus intentos por librarse de la fantasía, ella aún está en el bosque, pero ahora se ha tornado oscuro como boca de lobo. Tanto la flor como su hombre espíritu han desaparecido; ella tiene miedo de caer en un abismo si da un paso en cualquier dirección.

Comienza a sumirse en la desesperación profunda, pero hace demasiado frío para permanecer acostada en el suelo. A pesar del peligro (…) decide caminar lentamente, piensa que nada puede ser peor que su miedo actual.  Piensa en su esposo, en su casa y determina que por el amor al hombre espíritu ha perdido todo, un amor transformado en odio. Tocando el fondo de su desesperación acusa a su flor de defraudarla, había declarado ser eterna y ahora ha desaparecido.

Beatriz en realidad está evadiendo su centro “como un animal tímido” y la oscuridad que experimenta es lo que San Juan de la Cruz llamó “La Noche Oscura del Alma”; pero Beatriz parece haber olvidado que ella misma la propició al culpar al hombre espíritu de todos sus problemas, y lo sigue culpando.

Algo sucede en ese momento. Dado que su caminar lento ha funcionado bien a pesar de la oscuridad, ella se pregunta sorprendida: “¿es posible que la oscuridad me este nutriendo?”

Esto es exactamente lo que no ha podido comprender en el mundo exterior. Ella se ha rebelado contra el sufrimiento y la oscuridad de su contratransferencia y no ha podido ver lo positivo de su sufrimiento. Como es natural para una introvertida, le resulta difícil encontrar el valor del sufrimiento en el mundo (por lo que el inconsciente lo traslada al interior, donde le resulta más fácil reconocerlo).

Ella prosigue:

Él me ha lastimado mucho, no puedo arrepentirme ¿por qué debería hacerlo? No puedo amarlo otra vez, ahora he perdido todo cuanto tenía con él. Sé que él fue mi dios, luz y  calor, pero también mi tortura y desesperación, por lo tanto, no puedo seguir amándolo. Prefiero esta oscuridad.

Entonces tropieza con algo duro, estira los brazos y encuentra una curiosa pared tapizada de libros. Ella comienza a tirarlos lejos uno por uno y tropieza con ellos. Beatriz ha llegado al momento descrito por los alquimistas: “desháganse de los libros antes de que rompan sus corazones”. En alquimia se recomienda una y otra vez leer libros: “un libro abre otro libro” decían, es el camino por excelencia para entender “nuestro arte”, pero de pronto, todo lo aprendido de segunda mano por Beatriz se ha convertido en un obstáculo. Lo único vital es nuestra propia experiencia, porque nuestra propia forma es siempre única. Sin embargo, en una etapa avanzada del proceso de individuación, la experiencia de otras personas contenida en los libros, puede mostrarnos el camino a seguir. Hasta este momento, Beatriz sólo puede permanecer fiel a la experiencia de haber sido nutrida por la oscuridad y, por ello, debe aceptar todo su sufrimiento como una parte necesaria en su vida. “El sufrimiento es el caballo más veloz para llegar a la perfección”, decía el Meister Eckhart.

La acción de tirar los libros tiene un efecto inmediato en Beatriz, ve algo parecido a una luz tenue en la distancia, es una luz difusa, menos oscura que su entorno. Titubeando se dirige hacia allá y se sorprende cuando descubre a alguien caminando a su lado. Le pregunta quién es y él responde “tu amigo”. A pesar de que le agrada ya no estar sola, contesta desafiante “yo no tengo amigos”. Caminan juntos en la oscuridad, en silencio; después, él le dice que ella sólo pensó estar sola, pero él siempre ha estado ahí, pues él es su destino y es inútil pelear contra él. Los dos son uno solo. Sin reproches, él le ensaña que, en ocasiones, él se acerca a ella desde afuera, como lo hizo en esa contratransferencia que ella odia aceptar. Ella argumenta que el hombre no puede ser parte suya, pues es totalmente desconocido para ella. Entonces él le pregunta: “¿sabes quién eres tu?” Ella admite no haber conocido nunca su identidad y que muchas veces pensó ser luna persona incomprensible con un destino igualmente incomprensible. Aún de niña, se preguntaba acerca de esto (…) Beatriz pregunta si debe pasar por más sufrimiento con él. Él le responde: “pero ahora sabes que nos pertenecemos. Sin duda, esto disminuirá el sufrimiento y lo hará soportable.” Inmediatamente, el hombre cita a John Gower: “una paz hostil, una herida dulce, una agradable maldad”.

Ahora, Beatriz ha aceptado que al culpar a su hombre espíritu de todo lo ocurrido y al rechazar su sufrimiento externo, ella misma propició la oscuridad. (…) Esta nueva actitud de aceptación hace de la luz difusa una más brillante y una forma geométrica comienza a aparecer. Ella le pegunta al hombre espíritu si se trata de su flor de ocho pétalos vista desde arriba, la hija de su amor, el fruto de tanto dolor y tortura. Él asiente y ella dice: “todo en ella se ah convertido en uno, tú y yo, adentro y afuera.” (…)

Ella comprende su destino total como Uno, tanto en el interior, como en el exterior.

Nuevamente, le sorprende el calor irradiado por el fuego de su mándala sin consumirse a sí mismo ni dañar otras cosas. El hombre espíritu le indica que debe atravesar el fuego para volverse resistente a todo, a prueba de fuego. Ella accede de inmediato. Él le da la mano y la conduce hacia el interior del fuego. Beatriz tiene miedo de sentir el calor, pero al mismo tiempo, una determinación incomprensible la lleva a cruzar (…) Ambos caminan sobre las brasas candentes y las llamas los rodean, pero sin quemarla. Por el contrario, Beatriz se siente penetrada y bañada por el fuego, como si éste estuviera consumiendo sus frivolidades. (…)

En la siguiente ocasión que ella retoma la fantasía, su hombre espíritu se ha convertido en un oso. (…) Ella se había elevado demasiado, y como veremos más adelante, estaba reprimiendo una serie de emociones que pensaba no debería tener. Por ejemplo: para cualquier madre resulta muy difícil cuando los hijos crecen y dejan el hogar. Sin embargo, Beatriz estaba decidida a no ser una madre devoradora y dejar en libertad a sus hijos. Así, reprimió sus emociones y en consecuencia no pudo darse cuenta de lo desdichada que esto la hacía; (…) necesitó de la cruel frialdad de su sentimiento animal para que le permitiera concentrar toda su energía en interés en su vida interior, como su inconsciente parecía exigirle cada vez más. (…)

Mas tarde, ella continúa:

Siempre estoy buscando el centro para protegerme de mis emociones. Pero, por otro lado, son precisamente mis emociones, mis celos y mi contratransferencia las que me han conducido al centro. Sin ellas, no me habría sentido forzada a ir y jamás hubiera ido.

(…) Al tratar de entender el centro ella admite, como todos nosotros, que no lo entiende. Si embargo, se da cuenta cada vez más y más de que éste es una completa paradoja. Ella dice vivir cerca del fuego y el Self la protege del fuego. Tamben se da cuenta de que cuando más lejana se encuentra de Dios, es cuando más cerca está de él: en emoción ella está lejos, pero es cuando más lo necesita y lo busca encarecidamente. Es el salvaje, terrible fuego de su pasión y es también la redención.

(…) En la siguiente visita de Beatriz a la flor a través de la imaginación activa, la encuentra rodeada por altos muros en un temenos. Este tiene cuatro puertas, una en cada lado, orientadas hacia el este, al sur, al oeste y al norte. El hombre oso posee las llaves de oro, él abre una de las puertas y ambos pasan a través de ella. De inmediato, Beatriz se siente feliz y protegida y le pregunta a su hombre oso: “¿Por qué?” Él le responde: “porque las paredes mantienen a los demonios afuera”. Ella repite una y otra vez lo feliz que se siente ahí, pues la flor brilla con una luz maravillosa y curativa. Enfatiza que ella no está en la flor sino junto a ella, bajo su protección y calor.

Ella le pregunta al hombre osos: “¿Quién construyó los muros?” Él le contesta que Dios los construyó como una protección contra Él mismo, pero también Él el quien hace crecer la flor. Vencida una vez más por la paradoja, ella exclama: “Dios terrible, bueno, auxiliador.”

Es en ese momento cuando se da cuenta de que el bien y el mal también deben unirse y están unidos en Dios. El bien y el mal son el par de opuestos más extremos que existen para nosotros, pero sobre todo, para quienes fuimos educados bajo la moral cristiana. La moral cristiana tiene la gran desventaja de reprimir el mal, y esto ha dado como resultado que ahora el mal reprimido esté rompiendo sus ataduras y esté poseyendo ciegamente cada vez a más personas que viven en él, sin siquiera darse cuenta de sus actos. Ya no podemos permitir la represión de ninguno de los opuestos (bien y mal), debemos verlos a ambos y vivirlos con conciencia y responsabilidad, de la misma forma en que Beatriz trataba genuinamente de hacer. Desdichadamente, muy pocas personas tienen conciencia de este hecho.

En este momento de su vida, Beatriz practica con mayor frecuencia la imaginación activa y se retira a su temenos (recinto sagrado), tantas veces como le es posible. Una vez allí, ella ve una estrella brillando en la noche oscura. Se pregunta a sí misma quién es ella. ¿Es ella la estrella? Si es así, piensa, es un destino curioso, y aun con todo su interés y pasión en la estrella, exclama: “Si existe un ser humano, es sólo a causa de la estrella”.

(…) La estrella deja una inmensa impronta en ella. Pero, evidentemente, Beatriz se identifica con ella demasiado pronto, entonces decide que puede abandonar sus emociones mundanas completamente y puede volverse objetiva y moderada en ese instante. Esta actitud irrita al hombre oso enfureciéndolo con una rabia verdaderamente fiera y se lanza contra ella como si quisiera despedazarla. Ella no tiene tiempo para escapar así que cae al piso delante de él y se somete totalmente “como si estuviera rezando a Dios”. Esto lo apacigua y no la ataca. Ella entonces le pregunta: “¿Qué te he hecho que de pronto estás tan enojado conmigo y quieres matarme?” Él responde: “No puedo soportar una actitud tan sobria”. Ella entonces le promete no volver a reprimir sus emociones “para ser razonable”. Después, juntos van al centro: a la flor.

Un poco antes de su muerte, Beatriz está en el centro y dice:

De ahora en adelante, debo permanecer en el centro o el problema jamás se resolverá en ambos lados. Tal vez yo soy el centro. El misterio de la flor se encuentra en mí; yo soy ella y ella soy yo. La flor ha entrado en mí y se ha convertido en un ser humano. Yo soy dos: un ser humano ordinario y el misterio de la flor. He crecido desde el centro. Mis raíces están en lo profundo de la tierra negra del bosque. Aquí crecí. Mis pétalos se han abierto y ahora la flor milagrosa está en el centro, cuatro pétalos de oro y cuatro pétalos de plata. Soy esta flor brillante desde donde también brota un manantial. Yo, flor brillante en el centro del bosque oscuro. ¿En realidad soy la flor?

Esta es la primera vez que Beatriz ha entrado a la flor, pero esto no quiere decir que no lo haya deseado con anterioridad. Ella lo expresó este deseo a su hombre espíritu cada vez que tuvo la oportunidad. Pero él siempre le prohibió la entrada, argumentando que era peligroso, pues normalmente resultaba imposible regresar. Sin embargo, esta vez él no protesta, ha llegado el tiempo correcto (kairos) para su propia muerte específica; ella ya no podrá encontrar el camino de regreso a su cuerpo mundano y entrará al cuerpo sutil, el cual construyó con gran sufrimiento.

(…) Sin embargo, a Beatriz se le permitió volver a su cuerpo terreno por un poco más de tiempo.

Al día siguiente, ella escribe:

Me dirijo al muro. El hombre oso, mi poderoso y gran compañero, abre una de las cuatro puertas. Entramos y cierra la puerta detrás de nosotros. Tan pronto como estamos dentro de los muros, él asume la forma de un ser humano. El es mi hombre espíritu, lleva un manto blanco y dorado, pues pertenece a la realeza. Contemplo la flor. Mientras lo hago medito en ella y como ayer, me transformo en la flor misma, enraizada, en crecimiento, radiante y eterna.
De esta manera tomo la forma de la inmortalidad. Y entonces me siento bien y protegida de cualquier ataque del exterior. La flor también me protege de mis propias emociones. Cuando me encuentro en mi centro, nada ni nadie me pueden atacar y herir y sé que debo pasar todavía la mayor parte de mi tiempo ahí… Sin embargo, siempre tendré la oportunidad de convertirme en la flor de vez en cuando. Esto me hace muy feliz, pues acabo de darme cuenta de esta posibilidad. Desde hace mucho tiempo, conocía a la flor solo como un objeto, ahora sé que también puedo ser ella.

Beatriz acertó al pensar que aún tenía su forma humana, pero se equivocó al pensar que todavía podría pasar la mayor parte del tiempo en esta. Ella murió de una trombosis repentina e inesperada un día después de esta última entrada de su diario de imaginación activa. Como su hombre espíritu siempre le advirtió, si uno entra a la flor durante nuestro tiempo de vida, puede resultar imposible el regreso a nuestra forma  humana. Por eso, a Beatriz se le permitió la entrada en la flor durante los dos últimos días que le quedaban de vida.

(…) La imaginación activa la ha guiado hacia una completa independencia y ella ya no confía en ningún apoyo exterior. Los chinos seguramente dirían que ella es feliz; ella construyó su cuerpo sutil y encontró su propia muerte específica en el momento preciso. Aunque desde el punto de vista de la conciencia, su muerte fue repentina, no podemos dudar que la muerte la encontró completamente preparada. Como es natural, su esposo, hijos y amigos recibieron un terrible y repentino choque. A pesar de haber sido su muerte aparentemente prematura, tengo la impresión de que ella evitó todos los resentimientos que la gente joven suele sentir. Eso se manifiesta normalmente en los sueños de familiares y amigos, pero en el  caso de Beatriz yo no he sabido nada al respecto. Hasta donde una puede atreverse a hablar del Más Allá, podría sugerir que Beatriz cumplió con todas las demandas del inconsciente para la vida en la tierra, y pudo entonces encontrar un apoyo total en el cuerpo sutil que incluso se volvió más real en su imaginación activa durante los días previos a su muerte. "


Para finalizar, me gustaría poner el siguiente vídeo de Marion Woodman, una analista junguiana americana, que habla del  destino de cada cual.